“El Retorno del Rey” aviva en mi, sentimientos reales, aún cuando la historia sea fantástica. Por eso me permito examinar la figura del héroe actual.
Un héroe es ejemplo de virtud, entendiendo por ésta, una conducta que pueda ser amada por la sociedad. No por abstracta utilidad práctica, sino por lo atrayente que es la conducta virtuosa. Me dedicaré a describir al héroe que admiro en la obra.
En principio, no se habla de héroes sin hablar de fuerza y pasión. Pero el héroe no es sólo fiereza bruta, por lo que lo complementaré con otras características.
En primer lugar, la fiereza debe ser oportuna y no constante, como lo muestra Pippin, cuando afirma que es valiente sólo por necesidad. De no ser así, el héroe es un simple bruto sediento de sangre, incapaz de sana convivencia. La fiereza no reemplaza la cortesía, sino la complementa. Sólo reemplaza la calma, cuando alma y mundo exigen ese esfuerzo, como le sucedió a Sam cuando escuchó los latigazos recibidos por Frodo. Mas él, débil, poco podría hacer en contra de los orcos. Valorar este momento permite ver que la fiereza es valiosa por sí sola. Bien dijo Pippin: el más poderoso de los hombres moriría atravesado por una flecha. Boromir recibió varias, y aunque haya sucumbido, mi gratitud no es menor.
Profundizando, las limitaciones no son inocuas en el héroe, sino necesarias, porque el esfuerzo no sería admirable en seres todopoderosos. El héroe debe ser humano, capaz de equivocarse y actuar ante la duda, como Sam en innumerables ocasiones. El héroe dudoso, pero firme en voluntad, eleva lo humano y redescubre el diálogo y la piedad. El mundo moderno (quizá más cínico que moderno) no toma como factible al heroísmo. El único héroe aceptado cómodamente, es el que revela la imposibilidad de la virtud y no su triunfo, ya que en tiempos de “paz” es fácil justificar pasividad, como se hacía en la Comarca al final del libro. Al menos eso acepta “la gente grande” en su fachada, aunque lean “El Retorno del Rey” en su fuero interior.
La necesidad de aceptación origina este cinismo. Los héroes enseñan lo contrario, cuando sus hazañas son realizadas sin esperanzas de formar parte de una canción, como dijo Eomer al llegar a Gondor.
¿Y si el héroe es de raza más noble, hay garantía de grandeza? No. El héroe no se conforma con dones. Legolas advirtió lo temible que hubiese sido Elessar de haber usado el Anillo, siendo descendiente de Luthien. Su nobleza, más que garantía, es regalo a merecerse en vida virtuosa. Si no, el éxito es tan mezquino como la inercia. El heroísmo está en el esfuerzo físico y espiritual.
Abordé el tema de las limitaciones, y el de los dones, pero me obligo a decir que hay que ir más allá. Frodo reconoce su riesgo de caer en Oscuridad, y es eso lo que permite el genuino perdón al ser oscuro, e incluso guardar esperanzas de admirársele, como hizo con Saruman.
En nuestra “tranquila” sociedad, no sobran los héroes. Son dramáticamente necesarios para recordar aquello por lo que vale la pena esforzarse, como hicieran Frodo y compañía en la Comarca. Recordar que somos hacedores del Destino, no sus pasajeros. Que la única valentía exigida para vivir, es estar abierto al mundo. Es reconocer la propia debilidad, para perdonarla en otros. Recordar que la grandeza no es garantía, ni las limitaciones son excusas.
No se trata de ganarle a la Oscuridad, sino de no ver en el espejo, que se forma parte de ella.
Un héroe es ejemplo de virtud, entendiendo por ésta, una conducta que pueda ser amada por la sociedad. No por abstracta utilidad práctica, sino por lo atrayente que es la conducta virtuosa. Me dedicaré a describir al héroe que admiro en la obra.
En principio, no se habla de héroes sin hablar de fuerza y pasión. Pero el héroe no es sólo fiereza bruta, por lo que lo complementaré con otras características.
En primer lugar, la fiereza debe ser oportuna y no constante, como lo muestra Pippin, cuando afirma que es valiente sólo por necesidad. De no ser así, el héroe es un simple bruto sediento de sangre, incapaz de sana convivencia. La fiereza no reemplaza la cortesía, sino la complementa. Sólo reemplaza la calma, cuando alma y mundo exigen ese esfuerzo, como le sucedió a Sam cuando escuchó los latigazos recibidos por Frodo. Mas él, débil, poco podría hacer en contra de los orcos. Valorar este momento permite ver que la fiereza es valiosa por sí sola. Bien dijo Pippin: el más poderoso de los hombres moriría atravesado por una flecha. Boromir recibió varias, y aunque haya sucumbido, mi gratitud no es menor.
Profundizando, las limitaciones no son inocuas en el héroe, sino necesarias, porque el esfuerzo no sería admirable en seres todopoderosos. El héroe debe ser humano, capaz de equivocarse y actuar ante la duda, como Sam en innumerables ocasiones. El héroe dudoso, pero firme en voluntad, eleva lo humano y redescubre el diálogo y la piedad. El mundo moderno (quizá más cínico que moderno) no toma como factible al heroísmo. El único héroe aceptado cómodamente, es el que revela la imposibilidad de la virtud y no su triunfo, ya que en tiempos de “paz” es fácil justificar pasividad, como se hacía en la Comarca al final del libro. Al menos eso acepta “la gente grande” en su fachada, aunque lean “El Retorno del Rey” en su fuero interior.
La necesidad de aceptación origina este cinismo. Los héroes enseñan lo contrario, cuando sus hazañas son realizadas sin esperanzas de formar parte de una canción, como dijo Eomer al llegar a Gondor.
¿Y si el héroe es de raza más noble, hay garantía de grandeza? No. El héroe no se conforma con dones. Legolas advirtió lo temible que hubiese sido Elessar de haber usado el Anillo, siendo descendiente de Luthien. Su nobleza, más que garantía, es regalo a merecerse en vida virtuosa. Si no, el éxito es tan mezquino como la inercia. El heroísmo está en el esfuerzo físico y espiritual.
Abordé el tema de las limitaciones, y el de los dones, pero me obligo a decir que hay que ir más allá. Frodo reconoce su riesgo de caer en Oscuridad, y es eso lo que permite el genuino perdón al ser oscuro, e incluso guardar esperanzas de admirársele, como hizo con Saruman.
En nuestra “tranquila” sociedad, no sobran los héroes. Son dramáticamente necesarios para recordar aquello por lo que vale la pena esforzarse, como hicieran Frodo y compañía en la Comarca. Recordar que somos hacedores del Destino, no sus pasajeros. Que la única valentía exigida para vivir, es estar abierto al mundo. Es reconocer la propia debilidad, para perdonarla en otros. Recordar que la grandeza no es garantía, ni las limitaciones son excusas.
No se trata de ganarle a la Oscuridad, sino de no ver en el espejo, que se forma parte de ella.
Orestes G. Manzanilla Salazar
escrito el 15-12-2003 para concursar
escrito el 15-12-2003 para concursar
en el diario EL NACIONAL
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